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Leí una frase que decía: “una conversación sobre cómo nos sentimos no debería de terminar en una discusión“.
Y que cierto y frecuente es esto. Muchos de nosotros hemos crecido con miedo a sentir, miedo a hablar de lo que sentimos y por último dejamos completamente de lado todas las emociones incómodas porque no tenemos las habilidades necesarias para gestionarlas.
Cada vez que sentimos tristeza, enojo, vulnerabilidad, miedo… etc, asumimos posiciones rígidas para que no se nos note como nos sentimos por dentro.
Nos aislamos creyendo que sentir esta mal, que hay algo malo en nosotros mismos por sentirnos así. Nos metemos debajo de muchas capas, con tal de esconder esto que llevamos por dentro, terminamos paralizados y sobre todo desconectados de lo que sentimos y de nosotros mismos.
Entramos en piloto automático solo haciendo lo que se debe hacer y la vida empieza a tornarse gris y monótona.
Lo que en realidad necesitamos son espacios seguros en donde toda emoción es bienvenida, observada, indagada con curiosidad y luego utilizada para nuestro propio bienestar.
No, una conversación de cómo nos sentimos no debería de terminar en una discusión, sin importar la edad que tengamos.
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